Primeros días
Cinco de enero
A día de hoy, ya hay plantillas para historias de Instagram que rezan “Lo que va del año”. No parece ser la mejor época para escudriñar en las redes sociales, mucho menos si nos encontramos en la fase de ser hoja-en-blanco.
Seis de enero
Afuera, en las carreteras del país, se vive un Plan Retorno: al lugar de residencia, al colegio, a la universidad, al trabajo, a la vida que no son las vacaciones. Se supone que en esa coyuntura nos cuidan más y que los servicios de emergencia están atentos. No es para menos; como todo regreso, es una temporada de alta accidentalidad.
Ocho de enero
Unos hablan de llegar, otros de volver. Es cuestión de perspectiva. Después de un periodo de frenesí, uno no sabe en qué dirección conduce. No sabe, ni siquiera, hasta qué fecha es justo desear el feliz Año Nuevo.
Diez de enero
Subo las escaleras hasta el cuarto piso en lugar de tomar el ascensor, pues me la pasé comiendo baguette con reducción de balsámico. Cada escalón es el recordatorio de una película que no vi, de un libro que no reseñé, de un viajé que no planeé, de un café que no fue lo suficientemente espumoso. Un año más para esperar por la no-pausa de mi régimen laboral. Doce meses para escribir tres capítulos que me regalen la fortuna de elegir una temporada fuera de línea algo menos transitada.
Quince de enero
Lo de contar intimidades a desconocidos es una trampa, tarde o temprano llega el arrepentimiento. Sí, es más fácil porque la persona no tiene contexto y no le puede poner caras a los nombres, pero después del desahogo viene la sensación —si no la certeza— de que ya nunca habrá un vínculo limpio con ese oyente, de que ya nunca habrá naturalidad.
Diecisiete de enero
¿Hasta cuándo semejante autosabotaje tan sofisticado? Para escribir no necesito justificar el origen de mis ideas.
Desembarco
Dije que no tenía propósitos, pero sí. Surgieron de golpe en un imprevisto por cambiar lo que tiene que cambiar para que los días sean ligeramente diferentes. Y por diferentes me refiero a livianos:
Dejar de cargar tantas cosas en el bolso. Dejar de creer que puedo llevar todos los cuadernos que uso a cada lugar que voy. Dejar de pensar que debo tener una única identidad olfativa. Dejar de creer que habrá un día especial para usar mi perfume favorito. Dejar de sentirme ridícula cuando las cosas que me asombraron tanto ya no se ven igual de nítidas. Dejar de caminar laberintos oscuros para quedar bien. Dejar de negar que existen olas lectoras en las que la ficción es insoportable y solo hay cupo para ensayos y crónicas. Dejar de pedir postre cuando el plato fuerte me deje en mi máxima capacidad. Dejar de creer que el mundo laboral es ecuánime. Dejar de insistir en restarle espontaneidad al calendario del desembarco en el 2025.




Rituales de apareamiento
Terminé el libro Rituales de apareamiento, de la escritora colombiana Margarita Borrero. Los relatos que lo componen están unidos por las características de los vínculos que desarrollamos —o que destruimos— cuando hay amor, atracción o deseo. Esos lazos, más primitivos que de cualquier otra naturaleza, mutan a lo largo del ciclo vital y están permeados por las circunstancias geográficas, sociales, culturales y económicas de cada persona en cada situación.
Con este libro nos asomamos a la vida de familias rotas, parejas infieles, divorcios y extralimitaciones autodestructivas. En un mundo en el que parece que las mujeres se relacionan mejor con los hombres de su vida, estas protagonistas se la pasan en vilo, sobrepensando, solo capaces de tomar acción cuando ya han sido vulneradas, si no abusadas.
El relato que más me gustó fue Instrucciones para cuidar un camaleón ciego por la idea que lo atraviesa: la de saber con la piel. De los camaleones, precisamente, aprendemos que este cobijo del cuerpo es una fuente de sabiduría orgánica que no se premedita, o sea, que no es producto del pensamiento, sino del sentir. ¿No teorizan sobre nuestra vida, acaso, la piel erizada, el escalofrío, el sudor y las alergias?
Collage
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Estas son mis más recientes piezas (haz clic para verlas):
Gracias por ser parte de este camino. Sigo tomando apuntes.
BTW: este newsletter ahora se llama Apuntario. Más corto, más musical, sustentado en la redundancia de que todo apunte es personal.
Un abrazo.