Contra todos los horóscopos, trabajaste, pagaste, empacaste y te subiste al avión. Al otro lado de la frontera, K. te recibió con abrazos y una canasta de mimbre repleta de artículos de tocador. Sí, quisiste tomar prestada esa forma suya de ser una anfitriona precisa en los detalles, pero no pudiste. No pasa nada: ese viaje sigue siendo lo más importante que has hecho en tu vida.
De ti admiro la oposición a la idea de echar raíces. Esa bandera te permitió conocer la amplitud y amistarte con la soledad. No hay nada que no puedas hacer con semejante potencia. Pero si acaso se te acaban las fuerzas, desde ya debes saber que ningún evento es tan grave en perspectiva, como cuando lo estás atravesando. Deja que el tiempo corra, como te (re)corrió in that Land of Indians, para que después del viaje puedas seguir de puerto en puerto, incluso si los caminos se alargan.
Gracias por espantar a los zancudos que te zumbaron cerca de la cara. Gracias por la panorámica que le tomaste al mundo; no es tan vasta como quisieras, pero por algo se empieza. Gracias por mirar a la familia desde el espacio exterior, colgada sin dotación de una nave no probada. Gracias por la generosidad de tu determinación: ya han pasado diez años desde que te fuiste y nos obligaste a mutar contigo.
Gracias por ser parte.
Sigo tomando apuntes.